Una mirada sobre el Plan Espacial Nacional
Martín
Maas
La actividad
espacial requiere de cohetes lanzadores y sensores infrarrojos, considerados
tecnología militar, cuyo desarrollo le genera “preocupaciones” a EEUU,
Inglaterra u otras potencias y las presiones no tardan en llegar [1].
Pero un Plan
Espacial ofrece muchas más posibilidades y desafíos que el desarrollo de
estas tecnologías como un objetivo en sí mismo. El aprovechamiento de la
información espacial, un tema que normalmente no recibe atención mediática o en
el debate sobre CyT, permitiría, por ejemplo, monitorear recursos naturales
como los del mar argentino en coordinación con organismos como el INIDEP;
aportar a numerosos problemas en ecología como la desertización, los derrames
de petróleo y el monitoreo de bosques; apoyar a YPF mediante la elaboración de
mapas digitales de elevación del terreno, a la navegación, a combatir la
evasión impositiva en el campo, a los estudios antárticos, a los riesgos de
salud regionales como el dengue, y tantas otras. Finalmente, elaborar
información crucial para la predicción del clima así como el riesgo de sequías
e inundaciones.
Ingenuamente se
puede creer que los distintos instrumentos a bordo de un satétile son “lupas u
ojos gigantes”, infalibles en adquirir la información de interés para las
aplicaciones, y que alcanza con “mirar las imágenes” para poder abordar estas
problemáticas. Sin embargo, en la literatura especializada está establecida la
necesidad de utilizar numerosas fuentes de datos, combinando distintos sistemas
orbitales y estaciones meteorológicas en un esquema de inferencia que incluye a
su vez modelos tanto de los procesos de interés como de su observación, que se
conoce como “asimilación de datos”. Es decir, el último eslabón de los
llamados “ciclos de información espacial” suele ser una tarea científica
compleja que requiere de numerosos insumos.
Es así que
proyectos de esta índole son llevados a cabo en distintas áreas de CONAE, o
bien mediante la asociación con las Universidades. Por ejemplo los
“Anuncios de Oportunidad” son proyectos científico-tecnológicos orientados a
los fines de una misión, que pueden dinamizar enormemente la actividad
en instituciones de CyT acercando importantes problemáticas no resueltas,
financiamiento, nuevos colaboradores, etc. Estos proyectos son por su
naturaleza interdisciplinarios y tienen el potencial de movilizar a una
gran cantidad de investigadores en pos de objetivos comunes, algo inusual en el
fragmentado sistema de CyT. Pero esta frag mentación tiene un origen no solo en
las condiciones de contorno del desarrollo actual del país, sino también en las
políticas científicas y universitarias que son impuestas en los organismos de
CyT, y es por eso que estos proyectos interdisciplinarios suelen ser albergados
con dificutad y llegado el caso en que finalizan y no se suceden de otros, se
observa un regreso a los “modos naturales de oscilación”, es decir, a los
usualmente pequeños y fragmentados proyectos de investigación que suelen ser
integrados en el hemisferio norte para su propio beneficio.
Aunque la
posibilidad de integrar estos esfuerzos para un beneficio concreto para el
país tampoco está garantizada trivialmente. En ese sentido, analicemos
brevemente una cuestión crucial para que el aprovechamiento de la
información espacial sea posible en nuestro país, al menos en el caso de
aplicaciones relacionadas al clima donde existe la necesidad de “asimilar
datos”.
¿Cuál es el estado de la red de información climática pública?
Históricamente,
gracias a un convenio entre la compañía de Ferrocarriles y el SMN, se disponía
de una red que en 1966 constaba de 3 mil pluviómetros y 592 estaciones de
superficie distribuidas en el territorio nacional. Con el desguace del Ferrocarril
durante los 90’s esa red quedó desmantelada y reducida a alrededor de una
décima parte. Además, en ese proceso aparecieron fuertes trabas para el acceso
a la información [2]. En este cuadro, algunas provincias desarrollaron sus
propias redes, o también algunos privados. Existe un proyecto del MinCyT [3]
para sistematizar los datos existentes en los organismos públicos, pero la
situación aún está lejos de haberse revertido. En la situación actual, es de
esperarse que solo grandes monopolios o pooles de siembra logren reunir
suficiente información como para adquirir con ella una mayor capacidad de
cálculo especulador. Además resulta mucho más difícil poder plantearse
objetivos a nivel nacional en torno al aprovechamiento de datos satelitales.
A veces, el
estado actual de la red de información climática se impone de la peor manera,
con inundaciones o sequías que no pueden ser previstas por ningún organismo
público. Por eso es necesario insistir en la necesidad que desde el
Estado se reconstruya la red de información climática de base, alcanzando al
menos los niveles de décadas pasadas, y que se garantize el libre acceso a la
información climática pública, posibilitando la sistematización y combinación
con otras fuentes como las mediciones de diversos instrumentos orbitales.
Porque sino, por mejores satélites que tenga el país, nos encontraremos “con un
as y dos cuatros” frente a enormes desafíos.
Entre las necesidades locales y los nichos internacionales
Nuestro país
demostró ampliamente ser capaz de llevar adelante proyectos tecnológicos
complejos. Usualmente se cita como el máximo caso de éxito a la división de
pequeños reactores experimentales y de uso medicinal del INVAP, que logró pasar
a exportar a varios países. Probablemente el principal beneficio de estas
exportaciones haya sido garantizar la continuidad de esta institución
emblemática bajo condiciones sumamente adversas. Pero es válido preguntarse
¿Cuál es la verdadera medida del éxito en los proyectos tecnológicos: lograr
ocupar un nicho en el mercado internacional o lograr estar a la altura de las
necesidades locales del país? Porque estos dos aspectos no están libres de
contradicciones.
Por ejemplo,
para competir en el mercado internacional es necesario mantener bajos costos, y
así se pueden entender muchas cuestiones usuales en el sector aeroespacial,
como la abundancia del personal tercerizado y temporario, y la flexibilidad que
se exige al personal, atentando muchas veces contra un desarrollo a largo plazo
en diferentes líneas temáticas. O las jornadas de trabajo sin límites de tiempo
en los 7 días de la semana para llegar con algunos plazos importantes, con poca
gente trabajando. Bajo esta óptica el proyecto SAC-D significó solamente “un
certificado de calidad”, ya que la NASA “nos confió” un instrumento de U$S 200
millones - mientras que Argentina gastó alrededor de la cuarta parte entre la
plataforma, los otros instrumentos y 10 años de operación. Con ese certificado,
así como el reconocimiento por parte de NASA a la excelencia de nuestros
recursos humanos y a “lo duro que trabajan, durante largas jornadas” parece
posible aprovechar los bajos costos en dólares que tendría la Argentina para
poder exportar estos desarrollos o servicios. Muchas veces este aparece como el
principal objetivo a cumplir, lo que necesariamente condiciona el desarrollo de
cualquier otro.
Es necesaria
una política que desarrolle organismos, planes y programas centrados en un
desarrollo integral del país frente a una restringida a las posibilidades de
negocios internacionales. Una política científica y universitaria que busque
profundizar el efecto dinamizador que potencialmente tienen esta clase de
proyectos nacionales sobre todas las áreas del conocimiento. Solo así, con los
pies en la tierra y ojos en el espacio, los desarrollos tecnológicos y los
avances científicos podrán traducirse en beneficios concretos para nuestro
país.
Próximamente:
Charla “Satélites, Estaciones Meteorológicas y Algoritmos: Estado actual y
perspectivas para la Red de Información Climática en Argentina” Panelistas a
confirmar.
---
[1] “EEUU temió
un plan para revivir el misil Cóndor” La Nación, 24/4/2011.
[2] Ver “De las
estaciones meteorológicas...” A.Celis, P.Forni, Revista Redes vol 14 Nº18.
Buenos Airess 2008.
[3]
http://datosclimaticos.mincyt.gob.ar/